jueves, 8 de diciembre de 2016

El equilibrio se va de viaje

9 hs. Mañana de primavera, diciembre 2016.  Sentado, disfrutando de unos mates, preparando la mente y el espíritu. Sólo me falta el paisaje del sur.
Hace tan sólo unos días, a esta hora, ya me había duchado, viajado en subte cual sardina en lata, abierto la oficina del Ministro, preparado sus mails, los artículos periodísticos en los que lo mencionan y dispuesto todo lo necesario para la marcha rutinaria y ajetreada de la mañana citadina.
Hoy respiro; inspiro, exhalo y medito.
Somos animales de costumbre, bichos obedientes a una estructura que creamos nosotros mismos o nos imponen. La perfeccionamos cada día, ubicamos cada minuto de nuestra agenda en una ordenada lista de citas, compromisos y obligaciones, que nos enorgullece llevar con orden y disciplina para que cada minuto corra más rápido que el anterior y no nos detengamos con nada que se ponga en nuestro camino.
Cuando hay un quiebre en este orden, nos sentimos extraños. Por momentos perdidos, dubitativos, inseguros. Y claro, ¡cómo no! Ahora hay que improvisar. Y si todo sale mal? Y si no puedo hacer esto o aquello? Y si no consigo aquel sustento que alimenta mi necesidad  X?
Cada circunstancia tiene sus cosas, cada decisión sus consecuencias. El hombre es en definitiva el conjunto de acciones que desarrolla, aquello que decide y sobre todo aquello que hace de sí mismo,  como diría J. P Sartre “Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.
Yo me encuentro pasando por esos procesos que conlleva esta condena de querer ser el dueño de mi libertad, de querer ser la nariz que huele nuevos olores, los ojos que ven nuevos paisajes, el espíritu que aprende de otros que encuentra en el camino, y que deja una huella allá por donde pasa. Echémosle la culpa a la condición curiosa y aventurera del ser humano, después de todo pertenezco a la raza humana, no?
En esta mañana me encuentro especialmente contento porque me estoy reencontrando con mis reflexiones, y mejor aún, las estoy escribiendo. Los que me conocen, saben que toda mi vida lo he hecho, y los que me conocen mejor, también saben que vengo de una sequía, de un bache enorme, tan extenso cómo el tiempo que llevaba sometido a un estilo de vida que no es el que anhela mi verdadero ser. Esto me ha convertido en un parco que no puede o no sabe cómo expresar sus sentimientos ni demostrarlos. Honestamente, me estaba desconociendo. Y grito bien fuerte: “Que la capacidad de adaptación no nos enajene de nosotros mismos”.
El equilibrio se va de viaje… bueno. En realidad invito al equilibrio cómo siempre o más aún. Necesitaré de él prodigiosamente durante este periplo. Es el punto intermedio entre los extremos, el maravilloso recinto de encuentro de la vida, del alba y el ocaso, del apogeo y la decadencia…
Además de todo eso, “Equilibrio” también es el nombre de mi blog, el cual nació hace ya algunos años y que ahora pretende volver a jugar en primera. Por eso se va de viaje, conmigo. Echaré mano de él, tipo cuaderno de Bitácora.  Y compartiré algunas reflexiones a través de él.
Abrazos.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Por qué los lobos también saben mostrar clemencia

Los lobos no comprenden la razón por la que el estatus y el dominio son tan importantes para ellos y, en la mayoría de los casos, los humanos tampoco

“¿Por qué Batman no mata al Joker, y ya está?”. Sin mirarme, Rick McIntyre me interroga como si fuera un maestro zen, durante una de las conversaciones más extrañas que he tenido jamás. Intenta conducirme hasta una revelación sobre los orígenes de la clemencia hablando de superhéroes mientras, a temperaturas bajo cero, miramos por los telescopios y contemplamos a unos lobos que devoran un alce a poco más de un kilómetro de distancia, sobre una ladera helada y cubierta de nieve. Rick, un guarda forestal del Parque Nacional de Yellowstone, dirige toda la conversación sin apartar la mirada del visor. Rick sigue a diario a lobos que viven en libertad. Yo nunca había visto lobos de verdad antes, así que también tengo el ojo pegado al telescopio.
“Si alguna vez ha existido un lobo perfecto, ese era Veintiuno”, me explica Rick, refiriéndose al lobo por el número de su collar de localización. “Era como un personaje de ficción”.
“Dos veces lo vi enfrentarse a seis lobos de un grupo rival que atacaron... y los hizo huir a todos”, rememora Rick. “Yo me decía: ‘Un lobo no puede hacer lo que estoy viéndole hacer a este’. Observarlo era como ver a Bruce Lee luchando”.
Las luchas territoriales de los lobos se parecen a las guerras tribales humanas. Los lobos suelen atacar a los alfa del grupo rival, aparentemente sabedores de que si logran derrotar o matar a los líderes con experiencia, la victoria será suya.

Las luchas territoriales de los lobos se parecen a las guerras tribales humanas

Veintiuno destacaba por dos motivos: nunca había perdido un combate ynunca había matado a un rival derrotado. ¿Pero por qué? Parece inexplicable que un lobo deje marchar a los enemigos derrotados. La pregunta de Rick sobre Batman y el Joker es su manera, a modo de parábola zen, de guiarme hacia una explicación más general sobre el porqué. Pero no me entero.
Lo que Rick está diciendo es que los líderes humanos con mayor estatus de la historia no son hombres de hierro despiadados como Hitler, Stalin o Mao. Son Ghandi, King y Mandela. Los guerreros pacíficos alcanzan una condición superior. Muhammad Ali —del que decían que era el hombre más famoso del mundo— era un boxeador que hacía del combate todo un ritual, hablaba de paz y se negó a ir a la guerra. Su negativa le costó millones de dólares y su título de campeón de los pesos pesados, pero, al negarse a matar, su estatus creció hasta un nivel nunca visto.
Para los humanos y muchos otros animales, el estatus es importantísimo. Por él arriesgamos muchos tesoros y mucha sangre. Los lobos no comprenden la razónpor la que el estatus y el dominio son tan importantes para ellos y, en la mayoría de los casos, nosotros tampoco. Tanto en el caso de los lobos como en el de los humanos, el cerebro produce hormonas que nos empujan a luchar por el estatus y a reafirmar nuestro dominio. Sentimos que el dominio es un fin en sí mismo. No hace falta que entendamos la razón.

Para los humanos y muchos otros animales, el estatus es importantísimo. Por él arriesgamos muchos tesoros y mucha sangre

La razón es esta: el estatus es elsustituto diario de la competición. Siempre que las parejas o los alimentos escasean, los individuos de más estatus tienen acceso preferente a ellos. Lo que está en juego es la supervivencia y, en última instancia, la reproducción (la oportunidad de criar, de dejar huella). Nuestros genes no necesitan permitirnos entender el porqué; tan solo necesitan que lo deseemos. Difícilmente se podría esperar que los lobos entendiesen, mejor que nosotros, lo que nos mueve a todos. Pero sigo sin comprender qué tiene que ver todo esto con Batman.
“Entonces, Rick”, pregunto, con el ojo todavía en el visor, mientra contemplo a varios lobos con cara satisfecha que se echan a dormir en la nieve para reponerse del festín que se acaban de dar, “¿por qué Batman no mata al Joker, y ya está?”.
“Cuando admiramos al héroe que se contiene” —es evidente que Rick ha reflexionado sobre esto— “nos sentimos impresionados por su poder”. Rick explica que, en la que dicen que es la película más grande de todos los tiempos, Humphrey Bogart consigue el amor que buscaba. Pero lo organiza todo para que el otro hombre no pierda a su esposa y no resulte herido. “Le admiramos por esa combinación de fuerza y contención”.

Si un ser humano deja marchar a un oponente derrotado, el estatus del perdedor se resiente

¿Pero pueden los lobos tener una ética similar? Si un ser humano deja marchar a un oponente derrotado, el estatus del perdedor se resiente en cualquier caso, mientras que el vencedor causa más impresión. Uno ya ha ganado y, además, da muestras de una confianza enorme. Si muestra clemencia, su estatus crece aún más. ¿Pero puede un lobo ser clemente? Tal vez un lobo sea un superanimal, pero no es ningún superhéroe.
En la vida de Veintiuno había un macho en especial, una especie de Casanova errante, que era un fastidio constante. Era increíblemente hermoso, tenía una gran personalidad, siempre estaba haciendo algo interesante. “La mejor palabra para definirlo es carisma”, dice Rick. “Las lobas se alegraban de aparearse con él. La gente lo adoraba. Las mujeres se fijaban en él (no querían que nadie dijese nada malo sobre él). Su irresponsabilidad y su infidelidad... eso daba igual”.
Un día, Veintiuno descubrió a Casanova entre sus hijas. Lo atrapó y empezó a morderlo. Varios miembros del grupo se lanzaron al ataque y le dieron una paliza. “Casanova era grande”, relata Rick, “pero era un mal luchador”. En ese momento se veía totalmente superado y el grupo iba a matarlo al fin.
“De repente, Veintiuno se echó atrás. Todo se detuvo. Los demás miraban aVeintiuno como diciendo: ‘¿Por qué se ha quedado quieto papá?” Casanova dio un salto... y escapó corriendo.
Casanova siguió causándole problemas a Veintiuno. Así que ¿por qué Batman no mata al Joker sin más, para no tener que seguir enfrentándose a él? Hasta unos años después no cobró sentido.
Después de que Veintiuno muriese de viejo, Casanova se convirtió en un modelo de macho alfa responsable. Aunque era reacio a los combates, Casanova murió en una pelea contra un grupo rival. Pero todos los miembros de su propia manada escaparon (incluidos los nietos y bisnietos de Veintiuno).
Los lobos no pueden prever esos giros inesperados más de lo que pueden hacerlo las personas. Pero la evolución, sí. Todo aquello que haya ayudado a los descendientes a sobrevivir permanecerá en el acervo genético, como si fuera un destornillador en la caja de herramientas del comportamiento.
Así que, supongamos que uno es un lobo; ¿debería dejar marchar a un rival derrotado? Creo que la respuesta, tanto en el caso de los lobos como en el de nuestra propia mente tribal, es: sí, si uno puede permitírselo. En ocasiones, el rival de hoy se convierte, en el futuro, en vehículo de nuestro legado. Tal vez ese sea el fundamento de la magnanimidad entre los lobos y, en el fondo, de la clemencia en los seres humanos.
Artículo EL País, Ciencia


martes, 14 de junio de 2016

Cita de Julio

"Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos"...”


Julio Cortázar

jueves, 26 de mayo de 2016

Nueva terapia médica: ir a la montaña

Médicos y científicos nos cuentan cómo salir a la montaña puede cambiar nuestras mentes y mejorar nuestra calidad de vida.

senderismo1

Laguna de los Tempanos

Yo no soy más la llamada perdida de mi jefe
Yo no soy más una docena de e-mails no leídos
Yo no soy más una lista de tareas
Yo no soy más una ropa "Social"
Yo no soy más el almuerzo apresurado

Yo no soy más palmadita en la espalda, cumplimiento flojo
Yo no soy más una meta, una cota, un plan de acción
Yo soy las hojas
Cayendo en mis hombros
Yo soy la hierba bajo mis pies
Yo soy el viento cantando entre los árboles
Soy las aguas corriendo entre las piedras
Soy la arena de la playa
Soy pie descalzo
Soy pecho abierto
Soy una estrella fugaz que cae sin sonido


AUTOR - BRASUCA PAULO

martes, 2 de febrero de 2016

Dolina dixit




 "El amor, o es lo más sencillo del mundo, o es imposible"







miércoles, 13 de enero de 2016

Opinión de un Español sobre Argentina

Ignacio de los Reyes que es un corresponsal periodístico de la BBC.
Sin más que decir, empiezo...
Después de casi tres años en el país, el corresponsal de la cadena británica BBC regresa a Europa y nos deja una reflexión sobre las 12 cosas que aprendió estando en Argentina.
Lo que sigue no es más que un compendio muy subjetivo (y algo nostálgico) sobre algunas cosas que puede aprender un periodista extranjero de Argentina. Del trabajo y de la vida. De los paseos por la Avenida Corrientes, de los piquetes en la 9 de Julio, de las caminatas por la Patagonia, de los calores de Misiones y de los coyas de Salta: 
El tango es patrimonio nacional, pero la verdadera música que reina en la calle argentina es la cumbia.
El mundo se divide entre Boca y River, entre Charly y Gustavo, entre Macri y Cristina, entre el interior y la capital, entre los que dicen "publicidad" y los que dicen "propaganda", entre el periodista Jorge Lanata y el programa kirchnerista 6,7,8, entre las rochas y las chetas, entre las divas televisivas Mirtha Legrand y Susana Giménez.
En Argentina, el fin del mundo siempre parece a la vuelta de la esquina, pero rara vez suele llegar.
Tan acostumbrados están los argentinos a vivir al borde del precipicio que han inventado un arte, el del "atado con alambre", que ha vuelto a este país creativo e ingenioso, sobreviviente y con una capacidad infinita de adaptarse a la montaña rusa que es este fascinante lugar.
La vida es vertiginosa y el ritmo político de Argentina, más. 
Lo que hoy es seguro puede cambiar radicalmente al día siguiente. Y esa es una lección que aprendió a golpes este periodista, que se equivocó muchas veces y al que le costó entender que muchas cosas no son lo que parecen y que muchas otras necesitan buena dosis de perspectiva y contexto.
El político que parece un líder indiscutible en enero puede no ser nadie el diciembre. Y viceversa.
El equipo que arranca con dudas un Mundial de fútbol puede llegar a la final del campeonato.
El "default técnico" que muchos temían en julio de 2014 no trajo el apocalipsis al país.
Y cuando pensabas que jamás podría gustarte el mate o el fernet, sucumbiste. Todo cambia.
El choripán no es un pan con chorizo. Es un ícono pop y un símbolo político. Más allá de eso, en Argentina siempre hay que darle un aplauso al asador.
Y el tema del dólar "es complicado". Pero el del Peronismo, aún más. 
Unos días los argentinos creen que éste es un "país de mierda", que en algún momento de su historia se frustró su destino de potencia mundial o que no hay manera de ser "normal", pero a mí me gustan más cuando desafían al resto del mundo: "Decíme qué se siente".
El argentino es humilde, amable y familiar, reparte abrazos y dice te quiero a menudo. Se interesa por saber más de quien viene de fuera.
Son mujeres y hombres para los que el asado del domingo es sagrado, que golpean cacerolas para protestar y para celebrar, que han hecho un arte de la costumbre de hacer fila y esperar, para los que la amistad está por encima de todo. 
No importa que en realidad seas manchego y que nunca en tu vida hayas pisado Galicia. Si eres español, el Argentino te llamará "gallego". Ah, la "interna". Una de esas palabras que todo periodista extranjero debe aprender para entender que detrás de cada historia hay un conflicto, una rivalidad, una tensión, a menudo entre grupos que buscan fines similares.
La interna peronista, la interna del sindicato, la interna de la asociación de víctimas. El reflejo de una sociedad que ama el debate y la discusión y una trampa para el que crea que en este país todo es como parece.
Cuando tienes una duda no pides que te la aclaren, preguntas "si puedes hacer una consulta".
Llegas a Argentina y te causan gracia los chamuyos (el arte nacional del piropo), pero detestas el drama y el histeriqueo (ahora me gustas y después no, ahora que me buscas ya no te quiero). 
Ahora te cansa el chamuyo, pero te has convertido en un dramático histérico y vivirás con esa divertida maldición por el resto de tu vida.
Besos. Besos por todos lados... En la fila del mercado, besos. En el cine, besos. Y cuando te presentan a alguien nuevo, besos.
Los argentinos no responden al estereotipo de seres arrogantes ni se creen superiores. 
Los argentinos tienen las cataratas de Iguazú y el glaciar Perito Moreno, los cerros del Norte y los picos de la Patagonia, los vinos de Mendoza y las ballenas del sur. 
Los argentinos tienen el dulce de leche, la carne, la mano de Maradona, a Ricardo Darín y a Las Leonas, la noche de Palermo, Relatos Salvajes, Esperando la Carroza y las páginas de Borges
"El argentino no es arrogante, es sólo que es consciente de que vive, sin lugar a dudas, en uno de los mejores lugares del mundo."