9 hs. Mañana de primavera, diciembre
2016. Sentado, disfrutando de unos
mates, preparando la mente y el espíritu. Sólo me falta el paisaje del sur.
Hace tan sólo unos días, a esta hora,
ya me había duchado, viajado en subte cual sardina en lata, abierto la oficina
del Ministro, preparado sus mails, los artículos periodísticos en los que lo
mencionan y dispuesto todo lo necesario para la marcha rutinaria y ajetreada de
la mañana citadina.
Hoy respiro; inspiro, exhalo y medito.
Somos animales de costumbre, bichos
obedientes a una estructura que creamos nosotros mismos o nos imponen. La
perfeccionamos cada día, ubicamos cada minuto de nuestra agenda en una ordenada
lista de citas, compromisos y obligaciones, que nos enorgullece llevar con
orden y disciplina para que cada minuto corra más rápido que el anterior y no
nos detengamos con nada que se ponga en nuestro camino.
Cuando hay un quiebre en este orden,
nos sentimos extraños. Por momentos perdidos, dubitativos, inseguros. Y claro,
¡cómo no! Ahora hay que improvisar. Y si todo sale mal? Y si no puedo hacer
esto o aquello? Y si no consigo aquel sustento que alimenta mi necesidad X?
Cada circunstancia tiene sus cosas, cada decisión sus consecuencias. El hombre es en definitiva el conjunto de acciones que desarrolla, aquello que decide y sobre todo aquello que hace de sí mismo, como diría J. P Sartre “Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.
Cada circunstancia tiene sus cosas, cada decisión sus consecuencias. El hombre es en definitiva el conjunto de acciones que desarrolla, aquello que decide y sobre todo aquello que hace de sí mismo, como diría J. P Sartre “Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.
Yo me encuentro pasando por esos
procesos que conlleva esta condena de querer ser el dueño de mi libertad, de
querer ser la nariz que huele nuevos olores, los ojos que ven nuevos paisajes,
el espíritu que aprende de otros que encuentra en el camino, y que deja una
huella allá por donde pasa. Echémosle la culpa a la condición curiosa y
aventurera del ser humano, después de todo pertenezco a la raza humana, no?
En esta mañana me encuentro especialmente
contento porque me estoy reencontrando con mis reflexiones, y mejor aún, las
estoy escribiendo. Los que me conocen, saben que toda mi vida lo he hecho, y
los que me conocen mejor, también saben que vengo de una sequía, de un bache
enorme, tan extenso cómo el tiempo que llevaba sometido a un estilo de vida que
no es el que anhela mi verdadero ser. Esto me ha convertido en un parco que no puede
o no sabe cómo expresar sus sentimientos ni demostrarlos. Honestamente, me
estaba desconociendo. Y grito bien fuerte: “Que la capacidad de adaptación no
nos enajene de nosotros mismos”.
El equilibrio se va de viaje… bueno.
En realidad invito al equilibrio cómo siempre o más aún. Necesitaré de él
prodigiosamente durante este periplo. Es el punto intermedio entre los
extremos, el maravilloso recinto de encuentro de la vida, del alba y el ocaso,
del apogeo y la decadencia…
Además de todo eso, “Equilibrio” también es el nombre de mi blog, el cual nació hace ya algunos años y que ahora pretende volver a jugar en primera. Por eso se va de viaje, conmigo. Echaré mano de él, tipo cuaderno de Bitácora. Y compartiré algunas reflexiones a través de él.
Abrazos.
Además de todo eso, “Equilibrio” también es el nombre de mi blog, el cual nació hace ya algunos años y que ahora pretende volver a jugar en primera. Por eso se va de viaje, conmigo. Echaré mano de él, tipo cuaderno de Bitácora. Y compartiré algunas reflexiones a través de él.