domingo, 24 de abril de 2022

Alquimia de almas

 Todas las personas que te quieren, las que sabes que te quieren profundamente y de verdad, puesto que el tiempo ha estado de testigo durante muchos años, durante muchas historias. Esas personas, cada una te quiere a su manera. Cada una te da de si todo lo que puede y de la mejor forma que ha podido hacerlo. Y está muy bien refrescar esta idea a menudo, para nunca dejar de volorar a cada una de esas personas. Valorarlas única y exclusivamente por lo que son intrínsecamente, y por tener la suerte o la bendición de haberles encontrado y haber conseguido establecer ese vínculo alquimista, a través del cual las almas se abrazan y cambian de cuerpo cuando es necesario sentir por el/la otrx, empujar un poquito y tomar el relevo. Esas almas que se han encontrado, que se han acariciado y abrazado, siempre permanecerán conectadas y latentes a través de tecnologías aún desconocidas por la razón y la ciencia humanas. Incluso con aquellas almas cuyo cuerpo ya ha perecido al destino mortal y efímero de los habitantes de esta tierra.

En definitiva, a valorarnos más, a querernos más y a tolerarnos más. 

sábado, 25 de marzo de 2017

Aplastamiento de las gotas


    Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol. 
 
    Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

Julio Cortázar

jueves, 8 de diciembre de 2016

El equilibrio se va de viaje

9 hs. Mañana de primavera, diciembre 2016.  Sentado, disfrutando de unos mates, preparando la mente y el espíritu. Sólo me falta el paisaje del sur.
Hace tan sólo unos días, a esta hora, ya me había duchado, viajado en subte cual sardina en lata, abierto la oficina del Ministro, preparado sus mails, los artículos periodísticos en los que lo mencionan y dispuesto todo lo necesario para la marcha rutinaria y ajetreada de la mañana citadina.
Hoy respiro; inspiro, exhalo y medito.
Somos animales de costumbre, bichos obedientes a una estructura que creamos nosotros mismos o nos imponen. La perfeccionamos cada día, ubicamos cada minuto de nuestra agenda en una ordenada lista de citas, compromisos y obligaciones, que nos enorgullece llevar con orden y disciplina para que cada minuto corra más rápido que el anterior y no nos detengamos con nada que se ponga en nuestro camino.
Cuando hay un quiebre en este orden, nos sentimos extraños. Por momentos perdidos, dubitativos, inseguros. Y claro, ¡cómo no! Ahora hay que improvisar. Y si todo sale mal? Y si no puedo hacer esto o aquello? Y si no consigo aquel sustento que alimenta mi necesidad  X?
Cada circunstancia tiene sus cosas, cada decisión sus consecuencias. El hombre es en definitiva el conjunto de acciones que desarrolla, aquello que decide y sobre todo aquello que hace de sí mismo,  como diría J. P Sartre “Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.
Yo me encuentro pasando por esos procesos que conlleva esta condena de querer ser el dueño de mi libertad, de querer ser la nariz que huele nuevos olores, los ojos que ven nuevos paisajes, el espíritu que aprende de otros que encuentra en el camino, y que deja una huella allá por donde pasa. Echémosle la culpa a la condición curiosa y aventurera del ser humano, después de todo pertenezco a la raza humana, no?
En esta mañana me encuentro especialmente contento porque me estoy reencontrando con mis reflexiones, y mejor aún, las estoy escribiendo. Los que me conocen, saben que toda mi vida lo he hecho, y los que me conocen mejor, también saben que vengo de una sequía, de un bache enorme, tan extenso cómo el tiempo que llevaba sometido a un estilo de vida que no es el que anhela mi verdadero ser. Esto me ha convertido en un parco que no puede o no sabe cómo expresar sus sentimientos ni demostrarlos. Honestamente, me estaba desconociendo. Y grito bien fuerte: “Que la capacidad de adaptación no nos enajene de nosotros mismos”.
El equilibrio se va de viaje… bueno. En realidad invito al equilibrio cómo siempre o más aún. Necesitaré de él prodigiosamente durante este periplo. Es el punto intermedio entre los extremos, el maravilloso recinto de encuentro de la vida, del alba y el ocaso, del apogeo y la decadencia…
Además de todo eso, “Equilibrio” también es el nombre de mi blog, el cual nació hace ya algunos años y que ahora pretende volver a jugar en primera. Por eso se va de viaje, conmigo. Echaré mano de él, tipo cuaderno de Bitácora.  Y compartiré algunas reflexiones a través de él.
Abrazos.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Por qué los lobos también saben mostrar clemencia

Los lobos no comprenden la razón por la que el estatus y el dominio son tan importantes para ellos y, en la mayoría de los casos, los humanos tampoco

“¿Por qué Batman no mata al Joker, y ya está?”. Sin mirarme, Rick McIntyre me interroga como si fuera un maestro zen, durante una de las conversaciones más extrañas que he tenido jamás. Intenta conducirme hasta una revelación sobre los orígenes de la clemencia hablando de superhéroes mientras, a temperaturas bajo cero, miramos por los telescopios y contemplamos a unos lobos que devoran un alce a poco más de un kilómetro de distancia, sobre una ladera helada y cubierta de nieve. Rick, un guarda forestal del Parque Nacional de Yellowstone, dirige toda la conversación sin apartar la mirada del visor. Rick sigue a diario a lobos que viven en libertad. Yo nunca había visto lobos de verdad antes, así que también tengo el ojo pegado al telescopio.
“Si alguna vez ha existido un lobo perfecto, ese era Veintiuno”, me explica Rick, refiriéndose al lobo por el número de su collar de localización. “Era como un personaje de ficción”.
“Dos veces lo vi enfrentarse a seis lobos de un grupo rival que atacaron... y los hizo huir a todos”, rememora Rick. “Yo me decía: ‘Un lobo no puede hacer lo que estoy viéndole hacer a este’. Observarlo era como ver a Bruce Lee luchando”.
Las luchas territoriales de los lobos se parecen a las guerras tribales humanas. Los lobos suelen atacar a los alfa del grupo rival, aparentemente sabedores de que si logran derrotar o matar a los líderes con experiencia, la victoria será suya.

Las luchas territoriales de los lobos se parecen a las guerras tribales humanas

Veintiuno destacaba por dos motivos: nunca había perdido un combate ynunca había matado a un rival derrotado. ¿Pero por qué? Parece inexplicable que un lobo deje marchar a los enemigos derrotados. La pregunta de Rick sobre Batman y el Joker es su manera, a modo de parábola zen, de guiarme hacia una explicación más general sobre el porqué. Pero no me entero.
Lo que Rick está diciendo es que los líderes humanos con mayor estatus de la historia no son hombres de hierro despiadados como Hitler, Stalin o Mao. Son Ghandi, King y Mandela. Los guerreros pacíficos alcanzan una condición superior. Muhammad Ali —del que decían que era el hombre más famoso del mundo— era un boxeador que hacía del combate todo un ritual, hablaba de paz y se negó a ir a la guerra. Su negativa le costó millones de dólares y su título de campeón de los pesos pesados, pero, al negarse a matar, su estatus creció hasta un nivel nunca visto.
Para los humanos y muchos otros animales, el estatus es importantísimo. Por él arriesgamos muchos tesoros y mucha sangre. Los lobos no comprenden la razónpor la que el estatus y el dominio son tan importantes para ellos y, en la mayoría de los casos, nosotros tampoco. Tanto en el caso de los lobos como en el de los humanos, el cerebro produce hormonas que nos empujan a luchar por el estatus y a reafirmar nuestro dominio. Sentimos que el dominio es un fin en sí mismo. No hace falta que entendamos la razón.

Para los humanos y muchos otros animales, el estatus es importantísimo. Por él arriesgamos muchos tesoros y mucha sangre

La razón es esta: el estatus es elsustituto diario de la competición. Siempre que las parejas o los alimentos escasean, los individuos de más estatus tienen acceso preferente a ellos. Lo que está en juego es la supervivencia y, en última instancia, la reproducción (la oportunidad de criar, de dejar huella). Nuestros genes no necesitan permitirnos entender el porqué; tan solo necesitan que lo deseemos. Difícilmente se podría esperar que los lobos entendiesen, mejor que nosotros, lo que nos mueve a todos. Pero sigo sin comprender qué tiene que ver todo esto con Batman.
“Entonces, Rick”, pregunto, con el ojo todavía en el visor, mientra contemplo a varios lobos con cara satisfecha que se echan a dormir en la nieve para reponerse del festín que se acaban de dar, “¿por qué Batman no mata al Joker, y ya está?”.
“Cuando admiramos al héroe que se contiene” —es evidente que Rick ha reflexionado sobre esto— “nos sentimos impresionados por su poder”. Rick explica que, en la que dicen que es la película más grande de todos los tiempos, Humphrey Bogart consigue el amor que buscaba. Pero lo organiza todo para que el otro hombre no pierda a su esposa y no resulte herido. “Le admiramos por esa combinación de fuerza y contención”.

Si un ser humano deja marchar a un oponente derrotado, el estatus del perdedor se resiente

¿Pero pueden los lobos tener una ética similar? Si un ser humano deja marchar a un oponente derrotado, el estatus del perdedor se resiente en cualquier caso, mientras que el vencedor causa más impresión. Uno ya ha ganado y, además, da muestras de una confianza enorme. Si muestra clemencia, su estatus crece aún más. ¿Pero puede un lobo ser clemente? Tal vez un lobo sea un superanimal, pero no es ningún superhéroe.
En la vida de Veintiuno había un macho en especial, una especie de Casanova errante, que era un fastidio constante. Era increíblemente hermoso, tenía una gran personalidad, siempre estaba haciendo algo interesante. “La mejor palabra para definirlo es carisma”, dice Rick. “Las lobas se alegraban de aparearse con él. La gente lo adoraba. Las mujeres se fijaban en él (no querían que nadie dijese nada malo sobre él). Su irresponsabilidad y su infidelidad... eso daba igual”.
Un día, Veintiuno descubrió a Casanova entre sus hijas. Lo atrapó y empezó a morderlo. Varios miembros del grupo se lanzaron al ataque y le dieron una paliza. “Casanova era grande”, relata Rick, “pero era un mal luchador”. En ese momento se veía totalmente superado y el grupo iba a matarlo al fin.
“De repente, Veintiuno se echó atrás. Todo se detuvo. Los demás miraban aVeintiuno como diciendo: ‘¿Por qué se ha quedado quieto papá?” Casanova dio un salto... y escapó corriendo.
Casanova siguió causándole problemas a Veintiuno. Así que ¿por qué Batman no mata al Joker sin más, para no tener que seguir enfrentándose a él? Hasta unos años después no cobró sentido.
Después de que Veintiuno muriese de viejo, Casanova se convirtió en un modelo de macho alfa responsable. Aunque era reacio a los combates, Casanova murió en una pelea contra un grupo rival. Pero todos los miembros de su propia manada escaparon (incluidos los nietos y bisnietos de Veintiuno).
Los lobos no pueden prever esos giros inesperados más de lo que pueden hacerlo las personas. Pero la evolución, sí. Todo aquello que haya ayudado a los descendientes a sobrevivir permanecerá en el acervo genético, como si fuera un destornillador en la caja de herramientas del comportamiento.
Así que, supongamos que uno es un lobo; ¿debería dejar marchar a un rival derrotado? Creo que la respuesta, tanto en el caso de los lobos como en el de nuestra propia mente tribal, es: sí, si uno puede permitírselo. En ocasiones, el rival de hoy se convierte, en el futuro, en vehículo de nuestro legado. Tal vez ese sea el fundamento de la magnanimidad entre los lobos y, en el fondo, de la clemencia en los seres humanos.
Artículo EL País, Ciencia


martes, 14 de junio de 2016

Cita de Julio

"Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos"...”


Julio Cortázar