lunes, 8 de junio de 2015

El valor de las palabras

Se pueden conectar unas cuantas frases, es posible que estas formen ideas y tengan sentido. La combinación de las palabras da matices y color al discurso, al pensamiento, a la reflexión.  
Detrás de ese atuendo, detrás del maquillaje, frente al solitario espejo, las palabras, mis palabras, se quedan solas, envejecen, atentan con desintegrarse cual castillo de arena con el viento. Y su valor ya no es el de las frases inmortales, sino más bien todo se torna esclavo del tiempo. Polvo de estrellas, arte de la existencia, magia de vida.
La magia es tal porque es un instante.
Los sublimes instantes del existir hacen que las palabras sean como pequeñas piedras que uno lanza en el campo, allí quedan. Su valor, allí queda, también. Hasta que otro la toma y la vuelve a lanzar.
Hay veces que las palabras habladas, escritas, escondidas, gritadas; carecen de valor.
Dan ganas de callar y abrazar el silencio.
¿O siempre carecen de valor?
Una especie de abandono lento pero progresivo de toda creencia hacia las palabras. Un modo de agotamiento hacia lo que irremediablemente carecerá de sentido y de valor.
Una clase de náusea que vuelve y se apodera de los sentidos.

Alguna vez, las palabras han tenido tanto sentido que eran recitadas con el hermoso y fugaz fervor de la pasión. Como un espadachín que desenvaina y blande el acero por una causa que cree más importante que si mismo.
Después el tiempo desafila la pasión y lo fugaz se comprende como otra nueva sucesión de instantes que acompañan el paso de la existencia.

Y ahora mismo me veo con unas enormes ganas de gritar que esto no es así, y que no hay que abandonar las causas nobles ni la pasión que brota del corazón. Y no hay que hacerlo.
Pero de alguna manera, las palabras igual van perdiendo su valor. Porque lo sustancial es cada vez más asquerosamente exagerado.
Por estos motivos, quizá, mis palabras cada vez se pierden más en pensamientos de los que no quedan evidencias escritas.
Habrá que actuar y dejar que la acción narre las fábulas.

Sí, creo que es eso lo que sucede; el valor de la acción en  asedio al valor de las palabras.