miércoles, 27 de noviembre de 2013

Solo de vez en cuando, alguna vez



Usaré a modo de fortaleza el hábito de reconocer y aceptar mi debilidad.
El mundo me afecta, cada tanto me bloqueo, siguen pequeñas crisis en las cuales nada tiene sentido y entro en “La Nausea”. Siendo consciente de que mi percepción domina mi mundo, le resto importancia. Aunque esto no excluya el malestar, esa falta de espacio en el pecho o los desvanecimientos visuales. Son espacios no muy prolongados de agonías y goteras, restos chorrean y caen, las texturas son espesas, pegajosas y el ruido se asemeja a aquel de tripas reventándose y explotando.
Y si, digamos que soy débil. Total, de nada sirve engañarse. Esta situación seguro tiene algo positivo que no siempre soy capaz de reconocer.
Me gusta siempre ir adelante, caminando por un túnel oscuro e infinito, donde los ecos de mis pasos me devuelven la información de mi presencia. Necesito buscar sentido, necesito llegar al punto en que nada lo tiene, buscar más y más en profundidades y abismos, hasta disfrutar de este dolor como un enfermo masoquista.
No hay un motivo para que esto me pase. Es un simple desajuste entre la realidad que percibo y el mundo real, si acaso existe tal cosa.
Tras una pequeña calibración, todo continua siendo igual de gris, de soleado, de triste, de feliz, de sin sentido comprendido o conocido, de... que se yo, de levantarse, de caerse, de volver a levantarse, de poner la pava y tomar  unos verdes, de respirar y salir a la calle a hacer algo. No importa qué, algo que te de sentido, que normalmente se vincula con aquello devenido del esfuerzo por producir el sustento que te mantiene vivo y te fuerza a entrar nuevamente en “La Nausea” y la sucesiva jalea interminable.