
"Aquest lloc [El cementiri dels llibres oblidats] és un misteri, Daniel, és un santuari. Cada libro, cada uno que ves, tiene alma. Cada llibre, cadascun que veus, té ànima. L'ànima de qui el va escriure, i l'ànima dels qui ho van llegir i viure i somiar amb ell. Cada vegada que un llibre canvia de mans, cada vegada que algú llisca la mirada per les seves pàgines, el seu esperit creix i es fa forta..."
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Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o unos elogios a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela, su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio.
Comienzo de "La ciudad de los malditos", primer acto.
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