sábado, 15 de diciembre de 2012

El amigo perdido

Las campanas de la Catedral acababan de tocar las siete de la mañana.Cuando las palomas y gaviotas apenas revolotean adormiladas en los tejados y fragmentan el plumaje aterciopelado con el tañido. Al abrigo de los soportales de la Plaza Mayor diviso la figura del caminante, con paso firme que pelea con el frío y sacude la niebla al andar. Según se acerca, creo reconocerlo. Al mirarlo fijamente con incredulidad, noto su extrañeza, incluso temor, por mi presencia impasible, su paso sigue impertérrito. Apenas está amaneciendo, el silencio hace todavía mas gélida la escena, no tengo duda de que es él. El mismo que partió de niño y del que nunca más se supo, desaparecido en un naufragio. Indeciso por temor a equivocarme ante lo imposible, lo saludo. Con rostro desorbitado de sorpresa detiene el ritmo, se acelera el latir de corazones que redoblan el repicar del campanario. El que había sido declarado fallecido estaba ante mis ojos. No podía ser cierto. Su mirada lacerante enarbolaba mucho dolor. El olor sulfurado de las Burgas se dejaba percibir en el ambiente húmedo matinal a modo de oleaje del mar. Como la misma brisa que devoró a sus compañeros en las aguas del océano cuando faenaban. Era un joven huérfano que se embarcó a la aventura de la supervivencia. Logró sobrevivir al hundimiento, perdió la consciencia y tardó lustros en recordar su origen. Llevaba apenas una semana residiendo en Ourense y tenía intención de volver acariciar sus recuerdos, pero no encontraba el momento de visitar su aldea, por temor a que los vivos de entonces estuvieran muertos y el muerto retornado fuese el único vivo. El enlace con el pasado y con el presente era yo en ese instante.La emoción del reencuentro no tardó en hacer mella. Me sacudió una enorme responsabilidad responder encantado a tantas preguntas por temor a equivocarme. Yo acudía a la aldea por entonces en vacaciones de verano, pero los apodos de las gentes a las que aludía se me escapaban. La sensación de retomar el diálogo con quien creías desaparecido es estremecedora. La alegría y añoranza se entrecruzan de modo escalofriante. El recíproco dolor de quienes creyeron perder al ser querido, se contrapone al desconsuelo que ahora obtendrá ese mismo ser cuando sepa de la muerte de los que todavía ilusionaba ver, a los que no podrá dar tan anhelada sorpresa. Quizá sea la página mas triste de un día alegre. O quizá la alegría de un día triste.Las palomas ya han despertado y, a modo de sirenas, saludan el emerger del barco hundido que acaba de renacer con el compás de las campanas ahora de Santa Eufemia, y la Virgen del Carmen patrona de los marineros. La región. Cartas al director. Antonio Bande Diéguez (Barbadas, Ourense).

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