jueves, 6 de diciembre de 2012

Juzgar por apariencias

Una familia tenía un perro de raza debidamente amaestrado que cuidaba su casa también en las ausencias. Un buen día dejan al niño con el perro, al que quería inmensamente. Al regresar, los padres se encuentran en la entrada con una espectáculo dantesco, con el perro ensangrentado y el suelo de igual modo. Sin pensarlo dos veces el padre toma la escopeta de caza y, creyendo que el perro había atacado a su hijo, le pegó dos tiros y lo mató. Cual será su sorpresa cuando al llegar a la habitación se encuentra con el niño sano y salvo y, en el suelo desangrándose, un hombre que había entrado en casa para robar y llevarse al niño? La desesperación posterior del matrimonio fue enorme. ¡Habían matado al gran defensor de su hijo y de su casa!Nunca las precipitaciones son buenas, y menos el juzgar por simples . Existen en el mundo infinitos casos parecidos de decisiones inmediatas sin antes serenarse para saber juzgar con paz. Y como consecuencia, casos similares en los que tenemos muchas veces que humillar la cabeza, pedir perdón y reconocer nuestro error. Sigue siendo cierto que las apariencias muchas veces engañan, porque en realidad todos los mortales tenemos infinitos fallos que a veces juzgamos sin echar mano de aquellos principios básicos de moral para juzgar un acto: el miedo, la ignorancia, la violencia... Todo para la libertad de cualquier acción.

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