sábado, 1 de agosto de 2009

OtroS EnGaÑoS

Sí, sentía la necesidad de paralizar el curso del tiempo. Detente! casi dijo con ingenuidad, tratando de instaurar una disparatada magia.
Detente, oh tiempo! volvió casi a murmurar, como si la forma poética pudiera lograr lo que las simples palabras no pueden. Deja a esos niños para siempre allí, en esa vereda, en ese universo hechizado! No permitas que los hombres y las suciedades los lastimen, los quiebren. Paraliza aquí mismo la vida. Deja que para siempre subsistan las lineas punteadas de la Expedición al Alto Perú. Que jamas deje de ser inmaculado, con su uniforme de parada, señalando con su índice enérgico hacia Chile, el general José de San Martín. Que nunca sepan que en aquel momento marchaba enfermo sobre una mula y no sobre un hermoso caballo blanco, cubierto con un simple poncho, encorvado y caviloso, enfermo. Permanezca para siempre aquel pueblo de 1810 frente al Cabildo, esperando bajo la llovizna la Libertad de los Pueblos. Sea aquella revolución pura y perfecta, sean eternos y sin manchas sus jefes, no haya jamas debilidades ni traiciones, no muera abandonado e insultado el general Belgrano, no fusile Lavalle a su antiguo camarada de armas ni reciba ayuda de extranjeros. No muera pobre y desilucionado en una remota ciudad de Europa, mirando hacia América, apoyado en su bastón de enfermo, el general José de San Martín.

Fragmento de "Abbadón el exterminador". Ernesto Sabato

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